lunes, 19 de julio de 2010
México: murales por todas partes
En el mercado Abelardo L. Rodríguez, en pleno centro de Ciudad de México, se vislumbran los murales sobre la Revolución Mexicana entre carnes, verduras y frutas.
Y no son los únicos, el muralismo mexicano generó cientos de pinturas que fueron una herramienta para alfabetizar a millones de mexicanos, y así plasmaron los eventos más importantes de la historia del país en escuelas y edificios públicos.
Algunos mantienen su esplendor, pero otros tienen problemas de conservación.
miércoles, 14 de julio de 2010
La Universidad en crisis: revelaciones de una huelga y asignaturas pendientes
José J. Rodríguez Vázquez
Programa de Estudios Iberoamericanos
Universidad de Puerto Rico en Arecibo
Para los estudiantes que estuvieron allí. Para Luis Colón, el padre y el profesor.
Es que en política nos las habemos con advertencias y no con profecías.
Hannah Arendt
Lo que tiene que ser examinado no son tanto las personas como los argumentos con los que se justifican a sí mismas a sus propios ojos y a los de los demás. Sobre esos argumentos tenemos derecho a pensar.
Hannah Arendt
En política, los aciertos o el éxito de un movimiento no son, necesariamente, el que se alcancen las propuestas que orientaron su acción en el espacio público. Existe, más allá de que se realicen o no esos proyectos específicos, la posibilidad de que los actos de un grupo ayuden a revelar o hagan visible eso oculto que está allí amenazando con socavar la vida de una comunidad. Por eso, más allá de los logros plasmados en el acuerdo logrado entre el Comité Nacional Negociador (CNN) y la mayoría de la Junta de Síndicos de la Universidad de Puerto Rico (JDS), me parece que lo más trascendental, o lo que considero más pertinente pensar de esta huelga estudiantil, han sido los efectos que pueden parecer imprevistos o colaterales y que, sin embargo, marcan tendencias en el ambiente político y en el futuro próximo del país. A esta huelga estudiantil universitaria le debemos el revelarnos la presencia de una mentalidad perversa que se mueve subrepticiamente en los actos de una burocracia política y universitaria empeñada en destruir a los grupos disidentes, la experiencia democrática y el proyecto universitario público. La huelga universitaria, que comenzó como reacción contra una más de las certificaciones impuestas por la Junta de Síndicos, ha terminado exponiendo la situación de un país amenazado por un movimiento político anexionista en el que pulula una perspectiva ultraconservadora maniquea que piensa la lucha política como el conflicto entre “nosotros, los buenos” y todos esos otros malvados y pecaminosos. Con un lenguaje neoliberal, la fuerza que gobierna busca imponer el achicamiento del espacio público y la destrucción de la pluralidad y del debate que son indispensables para que se ejerza la experiencia democrática.
Esta tradición conservadora -que forma parte del pensamiento político moderno- considera que el Estado, o el gobierno, es el representante del pueblo y define a este último como una sustancia y una totalidad armoniosa que ha expresado su preferencia por un determinado grupo o partido. El modelo de representación y la definición de la comunidad como un todo unificado y unívoco terminan desconociendo que la política requiere de muchos diferentes que discuten sobre lo que existe, lo que se desea ser y lo que se piensa posible. El peligro principal es que en la tradición conservadora la experiencia democrática se corrompe a través de su propio lenguaje. El Estado-gobierno singulariza al pueblo-nación, se afirma como su único representante legítimo y reduce la política a una despolitización técnico-administrativa de gobierno, mientras la participación ciudadana queda disminuida a la simple obediencia al poder y su orden jurídico. Temerosos de la política, entendida como eso que se produce cuando muchos están en conflicto pero se respetan unos a otros, un partido, sustentado en una mayoría electoral, opta cómodamente por la violencia, y su ansiedad de orden reduce los valores cívico-políticos a la práctica de la servidumbre voluntaria. El principal peligro que acarrea esta tradición política conservadora anexionista es que definiendo el mal y postulándose como portavoz del bien, termina imponiendo el mal bajo la apariencia del bien. La huelga estudiantil universitaria nos ha revelado que el peligro que enfrenta la tradición democrática no proviene sólo de los que la rechazan por considerarla equivocada, sino, sobre todo, de los que hablan en su nombre y malean su sentido.
La huelga universitaria ha dejado a nuestra inteligencia frente a dos tareas fundamentales: la de repensar la política y lo político, deconstruyendo nuestro léxico y nuestras creencias y, también, la de llevar a cabo la crítica decidida del imaginario político del neoconservadurismo anexionista penepeista. La protesta estudiantil ha revelado que en la cultura política puertorriqueña habita una visión pérfida y paranoica de la política, entendida como guerra de unos contra otros, y que esta tradición cree en la destrucción-desaparición del otro –pensado como enemigo y no como adversario- y rechaza la pluralidad y el conflicto que son los fundamentos de la experiencia democrática. El país ha tropezado con la militarización de un gobierno que criminaliza a sus ciudadanos tomando en consideración sus posiciones ideológicas. No está de más dotar a esta revelación de una mirada histórica y señalar que desde la década de 1990 venimos presenciando una expansión de los aparatos represivos –desde la policía hasta los tribunales y las nuevas legislaciones criminalizantes- que está proyectada en una apuesta política: los anexionistas criollos están convencidos de que cuando llegue la estadidad Estados Unidos no tendrá que ensuciarse las manos reprimiendo una posible reacción de los grupos independentistas porque ya se tienen preparadas las fuerzas militares locales que permitirán aplastar a los subversivos. El discurso de ley y orden ante la criminalidad es el disfraz de una agenda política. En su Discurso sobre la primera década de Tito Livio, Nicolás Maquiavelo explicaba el derrumbe de la experiencia republicana florentina como el resultado de la corrupción política, la ambición clasista y la ausencia de virtudes cívicas ciudadanas. No hay que decir que corrupción, ambición y destrucción de los valores cívicos son las características del anexionismo penepeista puertorriqueño. Corrupción que se ha tornado conducta descarada y repetida, ambición organizada como Alianza Público-Privada y destrucción de los valores cívicos convirtiendo en virtudes la brutalidad policíaca y la apatía de las llamadas mayorías silenciosas. La huelga universitaria ha revelado que el PNP es un movimiento político que amenaza el país y parece empeñado en la antipolítica de la confrontación. No es un logro menor, éste de haber hecho visible su brutalidad, su cinismo y su deseo de convertirnos, sino en estado de la unión norteamericana, en jungla.
Sin lugar a dudas, pensar lo político consiste, más que en una radiografía de las personas, en analizar los argumentos con los que los individuos se justifican a sí mismos ante sus propios ojos y ante los de los demás. Sobre esos argumentos, advertía Hannah Arendt, “tenemos derecho a juzgar”. No obstante, el ámbito político no esta fraguado sólo de argumentos y creencias. Existen también las personas. Por eso hay que decir que, además de revelar a la tradición anexionista conservadora y de hacer visible el terrorismo de Estado, -la tecnología moderna de cámaras y videos nos permitió presenciar, entre asombrados y rabiosos, la barbarie- la huelga universitaria ha puesto al descubierto la incapacidad absoluta de las autoridades universitarias. Un espíritu senil, deambulando entre la Fortaleza y el Capitolio en busca de ordenes, y la malicia leguleya, retocada de colorete y crema facial, de un personaje, hasta ayer desconocido en la Universidad, son la encarnación plena de la antiuniversidad. El presidente camorrista y la abogada autoritaria han tenido sus cinco minutos de fama. La presidencia de la Universidad se ha revelado como figura caricaturesca y la Presidencia de la Junta de Síndicos se ha destacado asumiendo un protagonismo que hizo de su triste compañero una marioneta mass-mediática. Entre los dos se convirtieron en fabricantes de confusiones, en engatusadores de la opinión pública, en destructores malintencionados de la imagen de la Universidad y en denostadores de la juventud universitaria. Así, mientras los estudiantes se mostraban dispuestos a dialogar, ellos procedían a poner en práctica sus burlas a puerta cerrada y se expresaban públicamente contradiciendo lo que habían acordado. La estrategia de esta burocracia es simplona y burda: en sus embrujos los estudiantes se iban convirtiendo en huelguistas, secuestradores, comunistas y criminales. Transformados en monstruos, había que emplazarlos, enjuiciarlos, sentenciarlos, expulsarlos y bueno, en lo que se cumplía el proceso, macanearlos y humillarlos. La burrada de serios creyentes en la ley y el orden -nuestros sanos y bienintencionados dirigentes universitarios- no iba a permitir el caos, la anarquía, la locura, la orgía y el fanatismo de esos jóvenes universitarios que, por jóvenes, no pueden ser otra cosa que torpes, ignorantes, ilusos, fantasiosos, vagos, incultos, irrespetuosos y agresivos. Le debemos a la huelga estudiantil universitaria el revelarnos algunos de los significantes de la poética del conservadurismo anexionista puertorriqueño como filosofía del desprecio, así como las artimañas de esta burrada perfumada.
No voy a detenerme mucho sobre lo que esta huelga universitaria nos ha enseñado sobre el estudiantado. En un escrito ya expresé mi lectura, así que aquí me limito a unos pocos señalamientos. Primero, que social, política e ideológicamente el estudiantado no constituye una comunidad homogénea. Segundo, que este pluralismo -más allá de la conducta pusilánime de algunos pseudolíderes estudiantiles que actuaron como representantes ideológicos del partido gobernante y a pesar de esos ensimismados para los que sus yo y sus intereses constituyen el horizonte de sus pensamientos sobre el país y la Universidad- ha sido la base para la puesta en práctica de la experiencia democrática. Le toca a los estudiantes expresar con sus palabras eso que se fue tejiendo con el tiempo en ese espacio, los significados que fueron adquiriendo los días repetidos, los cambios de contexto, las noches extendidas, el calor de las mañanas, los aguaceros y sus ríos pequeños, los olores del caldero, los sabores tan distintos de la risa y del miedo, el encuentro con el otro que hace posible la amistad y el amor, las reuniones para planificar acciones y establecer acuerdos, la ansiedad de sus padres y madres y ese animo asediado por el cansancio que insiste, obstinado, renaciendo. Por mi parte sólo puedo decir que estoy convencido de que los participantes en esta huelga estudiantil aprendieron no sólo a decir lo que creían, sino a escuchar lo que otros opinaban; aprendieron a vivir y manejar sus diferencias, tanto ideológicas como personales; aprendieron a pensar la Universidad y repensaron su lugar como estudiantes y descubrieron valores para soñar otro país, otra institución educativa y otros proyectos personales. La huelga estudiantil universitaria reveló que todavía existen los que creen indispensable pensar en torno a lo justo y el bien común, y exhibió a todo el país -incluso a los fabricantes de odio que se llaman analistas políticos, a los fanáticos rencorosos y a los egos inflados de algunos enanos espirituales- la inteligencia, la creatividad, la verticalidad, el valor, el respeto entre iguales y el amor al proyecto universitario; al proyecto universitario que no se reduce a la universidad que existe y se abre hacia otra universidad posible. Los que yo vi y escuché, de aquellos con los que conversé y por los que me preocupé, me reveló una dimensión más humana que política, si es posible decir que existe algo humano que no tenga efectos políticos, una dimensión humana que debe servir de contrapeso contra el hastío y el cinismo.
La estrategia de las autoridades universitarias ya está leída. Primero se comienza con el discurso de la crisis presupuestaria, en parte fabricada por el propio gobierno, como caballo de Troya para destruir el ámbito universitario público. Aquí se trata de algo un poco más complejo y hay que concluir que la huelga les fue útil o supieron aprovecharse de ella para desplegar una imagen pública de la universidad como espacio ingobernable. Ya no hay forma de ocultarlo. El proyecto más inmediato de la burrada es disminuir el número de estudiantes y, por lo tanto, de ofrecimientos académicos, canalizando a la población estudiantil del sistema de la Universidad de Puerto Rico hacia las aulas vacías y deslustradas de las universidades privadas. La universidad ingobernable es la imagen que debe incitar al éxodo. Los jóvenes que están a punto de iniciarse en sus estudios universitarios –y por supuesto sus padres-, atemorizados por la incertidumbre y los vientos de huelga, concluirán que para poder realizar “exitosamente” sus estudios deberán desplazarse a la “seguridad” que les prometen las universidades privadas. La misma conclusión terminará asumiendo algún por ciento de estudiantes que ya se encuentran formando parte de la universidad. Si sale bien el plan, la UPR tendrá menos estudiantes y las universidades privadas habrán encontrando a esos clientes tan añorados. Esta es la verdadera privatización de la educación. La que ya despegó. No se trata de la venta de algunos adefesios deteriorados por el paso del tiempo y la falta de cuidado, sino de la privatización de la población estudiantil del sistema universitario público.
La crisis presupuestaria justifica el encarecimiento de los estudios universitarios como mecanismo para allegar recursos a la institución en bancarrota. La burrada grita: “No fuimos nosotros, fueron los que estaban”. Se confiesa públicamente: “No sabíamos nada”. En otras palabras, que tenemos de Presidente de la Universidad a un individuo que expresa públicamente su total ignorancia de la situación de la institución que pretende dirigir. Y es verdad: de la Universidad este hombre ni sabía, ni sabe nada. Pero el problema es que alguien tiene que pagar y quién mejor que los estudiantes. Por aquí fue que se rompió la cadena, por el intento de eliminar las exenciones de matrículas concedidas a los estudiantes o la archifamosa certificación 98. La medida era tan ridícula que muchos sospecharon que era un señuelo. Y así fue. Luego de darle vueltas y más vueltas al asunto, las autoridades decidió retirar la insensatez para sacar su carta de triunfo: una cuota especial de la que no escaparía nadie. Pero lo que me parece importante aquí son los efectos reales y simbólicos de la cuota. Con el encarecimiento de los costos de la matrícula se reduce la brecha entre la universidad pública y las universidades privadas. La beca Pell, que no todos reciben y varia de un estudiante a otro, se convierte en el fondo económico legitimador de esta medida. Si la ayuda federal no está disponible, queda siempre la generosidad de los banqueros y sus préstamos estudiantiles. Como egresados universitarios ideales aspiraremos a producir una camada de profesionales endeudados y desempleados. Esta reducción de la diferencia monetaria de las matrículas en la universidad pública y las privadas hará más fácil la decisión de emigrar o que los nuevos estudiantes universitarios cambien de selección. Muchas personas, inclusos muchos universitarios, tienden a pensar que las diferencias entre ambos tipos de universidad se reducen a una cuestión económica o de costo de estudio. Esto es cierto pero es insuficiente. La brecha verdadera es cualitativa y esto porque, aunque pueda sonar antipático, todo el mundo sabe que la UPR es la principal universidad de este país por la calidad de sus estudiantes y por la calidad de sus profesores y trabajadores. Ya basta de convertir los negocios educativos alimentados con becas Pell en baluartes de la cultura científica y humanista. Los estudiantes universitarios y todo el país deben tener claro que la UPR no es sólo la universidad menos costosa, sino que es la institución de educación superior de mayor excelencia en Puerto Rico. Aquí, ni entran todos, ni todos los que entran se gradúan. Esta no es una fábrica de diplomas, sino de profesionales y ciudadanos de excelencia.
Otra consecuencia de la llamada crisis presupuestaria es que hace posible implantar un plan de descomposición del ámbito docente. La clave aquí es reducir la parte creativa-investigativa, saturar la tarea docente y generar el desánimo. De esta manera se pretende que sean los propios profesores los que terminen promoviendo el deterioro de la calidad cultural de la Universidad. A la congelación de sueldos, ascensos, licencias y plazas docentes; a la eliminación del pago de días por enfermedad y de la obvención; a la reducción en las bonificaciones, las compensaciones y el bono de Navidad, amenazan con sumársele medidas como el aumento en la carga académica, el aumento en el número de estudiantes por sección y la disminución en la aportación institucional al plan médico. Pero lo siento mucho por la burrada. Ustedes podrán tomar por asalto la universidad, pueden afectar nuestros ingresos económicos y pueden entorpecer nuestros trabajos investigativos y las tareas docentes, pero lo que no conseguirán doblegar, porque no está en el mercado y trasciende sus capacidades, es nuestro compromiso con la educación, con el conocimiento, con los estudiantes, con el país y con nosotros mismos. Hay que decirlo alto y duro para que los burros se escondan en las esquinas de lo oscuro y se encierren en sus oficinas a conspirar. Prepárense, que los vamos a combatir y a derrotar. Ustedes no nos pudrirán convirtiéndonos en rencorosos desencantados. La huelga estudiantil universitaria ha revelado que hay que luchar, resistir, trabajar y construir, hasta que sea posible deshacerse de estos asaltantes y reinventemos, sobre una verdadera autonomía, el proyecto universitario.
Por eso tengo que concluir diciendo que la huelga estudiantil universitaria nos ha hecho levantar la cabeza y ver hasta donde habíamos llegado, demasiado inocentes, demasiado cómplices con unos estilos administrativos burocratizados, demasiado confiados en nuestras fuerzas, suponiendo solidaridades. Hay que decir que la huelga estudiantil universitaria nos ha revelado que la universidad ha fracasado y esto hay que aceptarlo y comenzar a trabajar para corregirlo. Ha fracasado porque no le ha dejado saber a todo el país sus logros; ha fracasado porque no ha corregido a tiempo su ley y le ha permitido a una pandilla apuñalarla; ha fracasado porque los propios universitarios hemos arrastrado hacia su interior el virus de nuestras creencias y muchos se muestran demasiado dispuestos al discurso administrativo de los puestos de confianza y de nos toca dirigir a los que militamos en la tribu que resultó victoriosa en el ruedo político; ha fracasado porque no hemos pensado el nexo universidad y democracia como única fórmula legítima de la relación universidad y política. Hay que repensar la Universidad y hay que elaborar una nueva ley universitaria que le impida a los partidos políticos convertirla en una más de las agencias públicas a ocupar y destrozar. Hay que evitar que la Universidad se convierta en un campo de guerra y hay que trabajar para que se constituya como comunidad democrática donde los muchos distintos diluciden sus diferencias, reconociéndose mutuamente como miembros de un proyecto cultural que los necesita pero los trasciende. La Universidad no debe tener “un” norte, la universidad es precisamente donde se debe pensar y discutir sobre los diversos nortes posibles. Plural, abierta, conflictiva, inteligente y creativa, no podrá ser derrotada y destruida. Su historia no deberá ser la mudanza ideológica desde esa utopía estúpida de la casa de estudio a esa otra utopía perversa de casa de mediocres, destartalada, en ruinas, expresión trágico-cómica del país.
En política, decía Simone Weil, no se debe actuar siempre que es posible, sino cuando es necesario y esa acción debe estar orientada por el reconocimiento del poder y de las debilidades propias y ajenas. Todo acto político, como una huelga, debe ser valorado por sus efectos, tanto los queridos como los no deseados. La huelga estudiantil universitaria ha revelado quiénes son los enemigos del país y de la universidad y cuáles son sus propósitos. También ha demostrado la calidad de nuestros estudiantes y nos ha forzado a pensarnos a nosotros mismos. La huelga fue una elección y, por sus efectos, hay que considerar que fue acertada como estrategia de lucha estudiantil. Pero la prolongación de la huelga fue parte de las estrategias de las autoridades universitarias y esto nos obliga a reconocer sus límites: ese bloqueo que termina aislando a sus exponentes de las fuerzas humanas que los sustentan y son su razón de ser. En la huelga universitaria, por momentos, cerrar terminó siendo encierro, aislar produjo aislamiento y, como ya vimos, dejó a los estudiantes sin el estudiantado y sin el contacto con los otros componentes de la comunidad universitaria. Estamos en el momento de la inteligencia y no de las consignas, estamos en el momento de la prudencia y no de la insensatez. Este presente no es el tiempo de los sacrificios catastróficos, ni de la apatía individualista, ni de la resignación de los vencidos. Hay que tener mucho cuidado con esos heroísmos que terminan en gestas de derrotados. La asignatura pendiente de los universitarios es pensar las tácticas y estrategias de la acción pasiva, la paciencia que pone en acción la potencia creadora de la inteligencia. La Universidad abierta es el espacio vivo que hace posible estar juntos, unos con otros, discutiendo sobre la realidad y lo que deseamos. Estamos en el tiempo en que debe predominar esa forma de acción que es el pensamiento compartido. La lucha debe hacerse en el ámbito de la cultura, de la educación, de la investigación y de la comunicación. La lucha debe hacerse en la Universidad para la Universidad por los universitarios. Parece poca cosa, pero es nuestro campo y es suficiente.
Programa de Estudios Iberoamericanos
Universidad de Puerto Rico en Arecibo
Para los estudiantes que estuvieron allí. Para Luis Colón, el padre y el profesor.
Es que en política nos las habemos con advertencias y no con profecías.
Hannah Arendt
Lo que tiene que ser examinado no son tanto las personas como los argumentos con los que se justifican a sí mismas a sus propios ojos y a los de los demás. Sobre esos argumentos tenemos derecho a pensar.
Hannah Arendt
En política, los aciertos o el éxito de un movimiento no son, necesariamente, el que se alcancen las propuestas que orientaron su acción en el espacio público. Existe, más allá de que se realicen o no esos proyectos específicos, la posibilidad de que los actos de un grupo ayuden a revelar o hagan visible eso oculto que está allí amenazando con socavar la vida de una comunidad. Por eso, más allá de los logros plasmados en el acuerdo logrado entre el Comité Nacional Negociador (CNN) y la mayoría de la Junta de Síndicos de la Universidad de Puerto Rico (JDS), me parece que lo más trascendental, o lo que considero más pertinente pensar de esta huelga estudiantil, han sido los efectos que pueden parecer imprevistos o colaterales y que, sin embargo, marcan tendencias en el ambiente político y en el futuro próximo del país. A esta huelga estudiantil universitaria le debemos el revelarnos la presencia de una mentalidad perversa que se mueve subrepticiamente en los actos de una burocracia política y universitaria empeñada en destruir a los grupos disidentes, la experiencia democrática y el proyecto universitario público. La huelga universitaria, que comenzó como reacción contra una más de las certificaciones impuestas por la Junta de Síndicos, ha terminado exponiendo la situación de un país amenazado por un movimiento político anexionista en el que pulula una perspectiva ultraconservadora maniquea que piensa la lucha política como el conflicto entre “nosotros, los buenos” y todos esos otros malvados y pecaminosos. Con un lenguaje neoliberal, la fuerza que gobierna busca imponer el achicamiento del espacio público y la destrucción de la pluralidad y del debate que son indispensables para que se ejerza la experiencia democrática.
Esta tradición conservadora -que forma parte del pensamiento político moderno- considera que el Estado, o el gobierno, es el representante del pueblo y define a este último como una sustancia y una totalidad armoniosa que ha expresado su preferencia por un determinado grupo o partido. El modelo de representación y la definición de la comunidad como un todo unificado y unívoco terminan desconociendo que la política requiere de muchos diferentes que discuten sobre lo que existe, lo que se desea ser y lo que se piensa posible. El peligro principal es que en la tradición conservadora la experiencia democrática se corrompe a través de su propio lenguaje. El Estado-gobierno singulariza al pueblo-nación, se afirma como su único representante legítimo y reduce la política a una despolitización técnico-administrativa de gobierno, mientras la participación ciudadana queda disminuida a la simple obediencia al poder y su orden jurídico. Temerosos de la política, entendida como eso que se produce cuando muchos están en conflicto pero se respetan unos a otros, un partido, sustentado en una mayoría electoral, opta cómodamente por la violencia, y su ansiedad de orden reduce los valores cívico-políticos a la práctica de la servidumbre voluntaria. El principal peligro que acarrea esta tradición política conservadora anexionista es que definiendo el mal y postulándose como portavoz del bien, termina imponiendo el mal bajo la apariencia del bien. La huelga estudiantil universitaria nos ha revelado que el peligro que enfrenta la tradición democrática no proviene sólo de los que la rechazan por considerarla equivocada, sino, sobre todo, de los que hablan en su nombre y malean su sentido.
La huelga universitaria ha dejado a nuestra inteligencia frente a dos tareas fundamentales: la de repensar la política y lo político, deconstruyendo nuestro léxico y nuestras creencias y, también, la de llevar a cabo la crítica decidida del imaginario político del neoconservadurismo anexionista penepeista. La protesta estudiantil ha revelado que en la cultura política puertorriqueña habita una visión pérfida y paranoica de la política, entendida como guerra de unos contra otros, y que esta tradición cree en la destrucción-desaparición del otro –pensado como enemigo y no como adversario- y rechaza la pluralidad y el conflicto que son los fundamentos de la experiencia democrática. El país ha tropezado con la militarización de un gobierno que criminaliza a sus ciudadanos tomando en consideración sus posiciones ideológicas. No está de más dotar a esta revelación de una mirada histórica y señalar que desde la década de 1990 venimos presenciando una expansión de los aparatos represivos –desde la policía hasta los tribunales y las nuevas legislaciones criminalizantes- que está proyectada en una apuesta política: los anexionistas criollos están convencidos de que cuando llegue la estadidad Estados Unidos no tendrá que ensuciarse las manos reprimiendo una posible reacción de los grupos independentistas porque ya se tienen preparadas las fuerzas militares locales que permitirán aplastar a los subversivos. El discurso de ley y orden ante la criminalidad es el disfraz de una agenda política. En su Discurso sobre la primera década de Tito Livio, Nicolás Maquiavelo explicaba el derrumbe de la experiencia republicana florentina como el resultado de la corrupción política, la ambición clasista y la ausencia de virtudes cívicas ciudadanas. No hay que decir que corrupción, ambición y destrucción de los valores cívicos son las características del anexionismo penepeista puertorriqueño. Corrupción que se ha tornado conducta descarada y repetida, ambición organizada como Alianza Público-Privada y destrucción de los valores cívicos convirtiendo en virtudes la brutalidad policíaca y la apatía de las llamadas mayorías silenciosas. La huelga universitaria ha revelado que el PNP es un movimiento político que amenaza el país y parece empeñado en la antipolítica de la confrontación. No es un logro menor, éste de haber hecho visible su brutalidad, su cinismo y su deseo de convertirnos, sino en estado de la unión norteamericana, en jungla.
Sin lugar a dudas, pensar lo político consiste, más que en una radiografía de las personas, en analizar los argumentos con los que los individuos se justifican a sí mismos ante sus propios ojos y ante los de los demás. Sobre esos argumentos, advertía Hannah Arendt, “tenemos derecho a juzgar”. No obstante, el ámbito político no esta fraguado sólo de argumentos y creencias. Existen también las personas. Por eso hay que decir que, además de revelar a la tradición anexionista conservadora y de hacer visible el terrorismo de Estado, -la tecnología moderna de cámaras y videos nos permitió presenciar, entre asombrados y rabiosos, la barbarie- la huelga universitaria ha puesto al descubierto la incapacidad absoluta de las autoridades universitarias. Un espíritu senil, deambulando entre la Fortaleza y el Capitolio en busca de ordenes, y la malicia leguleya, retocada de colorete y crema facial, de un personaje, hasta ayer desconocido en la Universidad, son la encarnación plena de la antiuniversidad. El presidente camorrista y la abogada autoritaria han tenido sus cinco minutos de fama. La presidencia de la Universidad se ha revelado como figura caricaturesca y la Presidencia de la Junta de Síndicos se ha destacado asumiendo un protagonismo que hizo de su triste compañero una marioneta mass-mediática. Entre los dos se convirtieron en fabricantes de confusiones, en engatusadores de la opinión pública, en destructores malintencionados de la imagen de la Universidad y en denostadores de la juventud universitaria. Así, mientras los estudiantes se mostraban dispuestos a dialogar, ellos procedían a poner en práctica sus burlas a puerta cerrada y se expresaban públicamente contradiciendo lo que habían acordado. La estrategia de esta burocracia es simplona y burda: en sus embrujos los estudiantes se iban convirtiendo en huelguistas, secuestradores, comunistas y criminales. Transformados en monstruos, había que emplazarlos, enjuiciarlos, sentenciarlos, expulsarlos y bueno, en lo que se cumplía el proceso, macanearlos y humillarlos. La burrada de serios creyentes en la ley y el orden -nuestros sanos y bienintencionados dirigentes universitarios- no iba a permitir el caos, la anarquía, la locura, la orgía y el fanatismo de esos jóvenes universitarios que, por jóvenes, no pueden ser otra cosa que torpes, ignorantes, ilusos, fantasiosos, vagos, incultos, irrespetuosos y agresivos. Le debemos a la huelga estudiantil universitaria el revelarnos algunos de los significantes de la poética del conservadurismo anexionista puertorriqueño como filosofía del desprecio, así como las artimañas de esta burrada perfumada.
No voy a detenerme mucho sobre lo que esta huelga universitaria nos ha enseñado sobre el estudiantado. En un escrito ya expresé mi lectura, así que aquí me limito a unos pocos señalamientos. Primero, que social, política e ideológicamente el estudiantado no constituye una comunidad homogénea. Segundo, que este pluralismo -más allá de la conducta pusilánime de algunos pseudolíderes estudiantiles que actuaron como representantes ideológicos del partido gobernante y a pesar de esos ensimismados para los que sus yo y sus intereses constituyen el horizonte de sus pensamientos sobre el país y la Universidad- ha sido la base para la puesta en práctica de la experiencia democrática. Le toca a los estudiantes expresar con sus palabras eso que se fue tejiendo con el tiempo en ese espacio, los significados que fueron adquiriendo los días repetidos, los cambios de contexto, las noches extendidas, el calor de las mañanas, los aguaceros y sus ríos pequeños, los olores del caldero, los sabores tan distintos de la risa y del miedo, el encuentro con el otro que hace posible la amistad y el amor, las reuniones para planificar acciones y establecer acuerdos, la ansiedad de sus padres y madres y ese animo asediado por el cansancio que insiste, obstinado, renaciendo. Por mi parte sólo puedo decir que estoy convencido de que los participantes en esta huelga estudiantil aprendieron no sólo a decir lo que creían, sino a escuchar lo que otros opinaban; aprendieron a vivir y manejar sus diferencias, tanto ideológicas como personales; aprendieron a pensar la Universidad y repensaron su lugar como estudiantes y descubrieron valores para soñar otro país, otra institución educativa y otros proyectos personales. La huelga estudiantil universitaria reveló que todavía existen los que creen indispensable pensar en torno a lo justo y el bien común, y exhibió a todo el país -incluso a los fabricantes de odio que se llaman analistas políticos, a los fanáticos rencorosos y a los egos inflados de algunos enanos espirituales- la inteligencia, la creatividad, la verticalidad, el valor, el respeto entre iguales y el amor al proyecto universitario; al proyecto universitario que no se reduce a la universidad que existe y se abre hacia otra universidad posible. Los que yo vi y escuché, de aquellos con los que conversé y por los que me preocupé, me reveló una dimensión más humana que política, si es posible decir que existe algo humano que no tenga efectos políticos, una dimensión humana que debe servir de contrapeso contra el hastío y el cinismo.
La estrategia de las autoridades universitarias ya está leída. Primero se comienza con el discurso de la crisis presupuestaria, en parte fabricada por el propio gobierno, como caballo de Troya para destruir el ámbito universitario público. Aquí se trata de algo un poco más complejo y hay que concluir que la huelga les fue útil o supieron aprovecharse de ella para desplegar una imagen pública de la universidad como espacio ingobernable. Ya no hay forma de ocultarlo. El proyecto más inmediato de la burrada es disminuir el número de estudiantes y, por lo tanto, de ofrecimientos académicos, canalizando a la población estudiantil del sistema de la Universidad de Puerto Rico hacia las aulas vacías y deslustradas de las universidades privadas. La universidad ingobernable es la imagen que debe incitar al éxodo. Los jóvenes que están a punto de iniciarse en sus estudios universitarios –y por supuesto sus padres-, atemorizados por la incertidumbre y los vientos de huelga, concluirán que para poder realizar “exitosamente” sus estudios deberán desplazarse a la “seguridad” que les prometen las universidades privadas. La misma conclusión terminará asumiendo algún por ciento de estudiantes que ya se encuentran formando parte de la universidad. Si sale bien el plan, la UPR tendrá menos estudiantes y las universidades privadas habrán encontrando a esos clientes tan añorados. Esta es la verdadera privatización de la educación. La que ya despegó. No se trata de la venta de algunos adefesios deteriorados por el paso del tiempo y la falta de cuidado, sino de la privatización de la población estudiantil del sistema universitario público.
La crisis presupuestaria justifica el encarecimiento de los estudios universitarios como mecanismo para allegar recursos a la institución en bancarrota. La burrada grita: “No fuimos nosotros, fueron los que estaban”. Se confiesa públicamente: “No sabíamos nada”. En otras palabras, que tenemos de Presidente de la Universidad a un individuo que expresa públicamente su total ignorancia de la situación de la institución que pretende dirigir. Y es verdad: de la Universidad este hombre ni sabía, ni sabe nada. Pero el problema es que alguien tiene que pagar y quién mejor que los estudiantes. Por aquí fue que se rompió la cadena, por el intento de eliminar las exenciones de matrículas concedidas a los estudiantes o la archifamosa certificación 98. La medida era tan ridícula que muchos sospecharon que era un señuelo. Y así fue. Luego de darle vueltas y más vueltas al asunto, las autoridades decidió retirar la insensatez para sacar su carta de triunfo: una cuota especial de la que no escaparía nadie. Pero lo que me parece importante aquí son los efectos reales y simbólicos de la cuota. Con el encarecimiento de los costos de la matrícula se reduce la brecha entre la universidad pública y las universidades privadas. La beca Pell, que no todos reciben y varia de un estudiante a otro, se convierte en el fondo económico legitimador de esta medida. Si la ayuda federal no está disponible, queda siempre la generosidad de los banqueros y sus préstamos estudiantiles. Como egresados universitarios ideales aspiraremos a producir una camada de profesionales endeudados y desempleados. Esta reducción de la diferencia monetaria de las matrículas en la universidad pública y las privadas hará más fácil la decisión de emigrar o que los nuevos estudiantes universitarios cambien de selección. Muchas personas, inclusos muchos universitarios, tienden a pensar que las diferencias entre ambos tipos de universidad se reducen a una cuestión económica o de costo de estudio. Esto es cierto pero es insuficiente. La brecha verdadera es cualitativa y esto porque, aunque pueda sonar antipático, todo el mundo sabe que la UPR es la principal universidad de este país por la calidad de sus estudiantes y por la calidad de sus profesores y trabajadores. Ya basta de convertir los negocios educativos alimentados con becas Pell en baluartes de la cultura científica y humanista. Los estudiantes universitarios y todo el país deben tener claro que la UPR no es sólo la universidad menos costosa, sino que es la institución de educación superior de mayor excelencia en Puerto Rico. Aquí, ni entran todos, ni todos los que entran se gradúan. Esta no es una fábrica de diplomas, sino de profesionales y ciudadanos de excelencia.
Otra consecuencia de la llamada crisis presupuestaria es que hace posible implantar un plan de descomposición del ámbito docente. La clave aquí es reducir la parte creativa-investigativa, saturar la tarea docente y generar el desánimo. De esta manera se pretende que sean los propios profesores los que terminen promoviendo el deterioro de la calidad cultural de la Universidad. A la congelación de sueldos, ascensos, licencias y plazas docentes; a la eliminación del pago de días por enfermedad y de la obvención; a la reducción en las bonificaciones, las compensaciones y el bono de Navidad, amenazan con sumársele medidas como el aumento en la carga académica, el aumento en el número de estudiantes por sección y la disminución en la aportación institucional al plan médico. Pero lo siento mucho por la burrada. Ustedes podrán tomar por asalto la universidad, pueden afectar nuestros ingresos económicos y pueden entorpecer nuestros trabajos investigativos y las tareas docentes, pero lo que no conseguirán doblegar, porque no está en el mercado y trasciende sus capacidades, es nuestro compromiso con la educación, con el conocimiento, con los estudiantes, con el país y con nosotros mismos. Hay que decirlo alto y duro para que los burros se escondan en las esquinas de lo oscuro y se encierren en sus oficinas a conspirar. Prepárense, que los vamos a combatir y a derrotar. Ustedes no nos pudrirán convirtiéndonos en rencorosos desencantados. La huelga estudiantil universitaria ha revelado que hay que luchar, resistir, trabajar y construir, hasta que sea posible deshacerse de estos asaltantes y reinventemos, sobre una verdadera autonomía, el proyecto universitario.
Por eso tengo que concluir diciendo que la huelga estudiantil universitaria nos ha hecho levantar la cabeza y ver hasta donde habíamos llegado, demasiado inocentes, demasiado cómplices con unos estilos administrativos burocratizados, demasiado confiados en nuestras fuerzas, suponiendo solidaridades. Hay que decir que la huelga estudiantil universitaria nos ha revelado que la universidad ha fracasado y esto hay que aceptarlo y comenzar a trabajar para corregirlo. Ha fracasado porque no le ha dejado saber a todo el país sus logros; ha fracasado porque no ha corregido a tiempo su ley y le ha permitido a una pandilla apuñalarla; ha fracasado porque los propios universitarios hemos arrastrado hacia su interior el virus de nuestras creencias y muchos se muestran demasiado dispuestos al discurso administrativo de los puestos de confianza y de nos toca dirigir a los que militamos en la tribu que resultó victoriosa en el ruedo político; ha fracasado porque no hemos pensado el nexo universidad y democracia como única fórmula legítima de la relación universidad y política. Hay que repensar la Universidad y hay que elaborar una nueva ley universitaria que le impida a los partidos políticos convertirla en una más de las agencias públicas a ocupar y destrozar. Hay que evitar que la Universidad se convierta en un campo de guerra y hay que trabajar para que se constituya como comunidad democrática donde los muchos distintos diluciden sus diferencias, reconociéndose mutuamente como miembros de un proyecto cultural que los necesita pero los trasciende. La Universidad no debe tener “un” norte, la universidad es precisamente donde se debe pensar y discutir sobre los diversos nortes posibles. Plural, abierta, conflictiva, inteligente y creativa, no podrá ser derrotada y destruida. Su historia no deberá ser la mudanza ideológica desde esa utopía estúpida de la casa de estudio a esa otra utopía perversa de casa de mediocres, destartalada, en ruinas, expresión trágico-cómica del país.
En política, decía Simone Weil, no se debe actuar siempre que es posible, sino cuando es necesario y esa acción debe estar orientada por el reconocimiento del poder y de las debilidades propias y ajenas. Todo acto político, como una huelga, debe ser valorado por sus efectos, tanto los queridos como los no deseados. La huelga estudiantil universitaria ha revelado quiénes son los enemigos del país y de la universidad y cuáles son sus propósitos. También ha demostrado la calidad de nuestros estudiantes y nos ha forzado a pensarnos a nosotros mismos. La huelga fue una elección y, por sus efectos, hay que considerar que fue acertada como estrategia de lucha estudiantil. Pero la prolongación de la huelga fue parte de las estrategias de las autoridades universitarias y esto nos obliga a reconocer sus límites: ese bloqueo que termina aislando a sus exponentes de las fuerzas humanas que los sustentan y son su razón de ser. En la huelga universitaria, por momentos, cerrar terminó siendo encierro, aislar produjo aislamiento y, como ya vimos, dejó a los estudiantes sin el estudiantado y sin el contacto con los otros componentes de la comunidad universitaria. Estamos en el momento de la inteligencia y no de las consignas, estamos en el momento de la prudencia y no de la insensatez. Este presente no es el tiempo de los sacrificios catastróficos, ni de la apatía individualista, ni de la resignación de los vencidos. Hay que tener mucho cuidado con esos heroísmos que terminan en gestas de derrotados. La asignatura pendiente de los universitarios es pensar las tácticas y estrategias de la acción pasiva, la paciencia que pone en acción la potencia creadora de la inteligencia. La Universidad abierta es el espacio vivo que hace posible estar juntos, unos con otros, discutiendo sobre la realidad y lo que deseamos. Estamos en el tiempo en que debe predominar esa forma de acción que es el pensamiento compartido. La lucha debe hacerse en el ámbito de la cultura, de la educación, de la investigación y de la comunicación. La lucha debe hacerse en la Universidad para la Universidad por los universitarios. Parece poca cosa, pero es nuestro campo y es suficiente.
Ecuador: Correa vs. académicos por ley de educación superior
La Asamblea Nacional de Ecuador se apresta esta semana a iniciar la votación final de la polémica Ley de Educación Superior en medio de la controversia mantenida por el presidente Rafael Correa y las universidades en torno del manejo de la educación superior en el país.
El mandatario ha reiterado que esta ley es "fundamental" para Ecuador. El martes, mientras la Asamblea resolvió aplazar la votación de la Ley para el jueves a la espera de consensos legislativos, el presidente insistió: "Si no cambiamos la educación superior, no habrá futuro para el país".
La discusión de la Ley, que ha tomado diez meses, ha tenido como uno de sus puntos de mayor polémica la definición de la entidad rectora de la educación superior en Ecuador.
El gobierno ha sido acusado de querer controlar a las universidades por medio de la creación de una Secretaría de Educación Superior dependiente del Poder Ejecutivo y con amplias atribuciones dentro del sistema universitario.
El martes, no obstante, en la Asamblea se dio a conocer un acuerdo entre rectores universitarios y la Comisión de Educación del Poder Legislativo por el cual la mencionada Secretaría no cumpliría funciones de rectoría de todo el sistema universitario, sino que sería una entidad de coordinación entre las políticas públicas y las casas de estudios.
El ente regulador del sistema sería un nuevo Consejo de Educación Superior, que estaría integrado por seis académicos elegidos por concurso y cuatro representantes del Poder Ejecutivo.
En este marco, el presidente Correa dijo que es absurdo que se lo culpe de querer apoderarse de la universidad ecuatoriana y acusó a los rectores universitarios de intentar manejar el Consejo de Educación Superior para que la ley quede en "letra muerta".
"Olvídense, la clave es un Consejo de Educación Superior independiente de las universidades, que son las controladas, y que haga cumplir la ley", afirmó Correa.
Autonomía y financiamiento
El rector de la Universidad de Guayaquil, Carlos Cedeño, le dijo a BBC Mundo que las universidades del país buscan "la vigencia plena de la autonomía universitaria", eliminándose la posibilidad de un control político a la educación superior por parte de cualquier gobierno.
En respuesta, Correa ha afirmado que la autonomía académica implica que las universidades elijan sus profesores, programas, autoridades, "pero no permitir, si ya tenemos 39 facultades de derecho, que abran diez más para graduar desempleados".
En este sentido, el mandatario ha resaltado la necesidad de que el sistema de educación superior responda a las necesidades del plan nacional de desarrollo establecido por el gobierno.
El acuerdo entre universidades y la Comisión de Educación de la Asamblea además señala que el financiamiento estatal al sistema de educación superior se incrementaría gradualmente hasta llegar al 5% del presupuesto general del Estado.
Para el rector de la Universidad de Guayaquil, tal financiamiento es necesario para posibilitar reformas tales como que las universidades cuenten con un mayor número de profesores de tiempo completo y con títulos de maestrías y doctorados.
"La calidad, que es lo que el país exige del sistema universitario, tiene un costo. Y ese costo tiene que ser asumido por el gobierno, que es el que administra las finanzas públicas", dijo Cedeño.
Posible veto presidencial
Más allá de los acuerdos legislativos que pudieran alcanzarse en los próximos días sobre la Ley de Educación Superior, existe preocupación entre asambleístas de oposición y dirigentes universitarios por la posibilidad de que el presidente Correa emita un veto que termine introduciendo los planteamientos del gobierno.
Esperamos que la Presidencia de la República respete los consensos que se logren en la Asamblea Nacional
Gustavo Vega, presidente del Consejo de Educación Superior
"El veto es un tema que nos preocupa mucho y esperamos que la Presidencia de la República respete los consensos que se logren en la Asamblea Nacional", dijo Gustavo Vega, presidente del actual Consejo de Educación Superior.
Por su parte, la vicepresidenta de la Comisión de Educación, Aminta Buenaño, replicó que el veto presidencial es una atribución legal del mandatario como colegislador.
Entre tanto, dirigentes estudiantiles anunciaron la continuación de acciones de protesta "en defensa de la autonomía universitaria". En Loja, al sur de Ecuador, seis personas fueron detenidas el martes tras disturbios ocasionados en la gobernación provincial.
Paúl Mena Erazo
Ecuador, BBC Mundo
jueves, 1 de julio de 2010
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